“Una canción
tradicional cuenta la historia del señor de La Palice quien ’no se ponía
sombrero/ sino para cubrirse la cabeza… se casó como es sabido/ con una dama
virtuosa;/ si soltero hubiese seguido/ no habría desposado a una moza,/ siempre
fue querido,/ ella no era celosa/ cuando él se convirtió en su marido,/ ella
devino su esposa. Fue por un triste destino/ que una mano lo hirió mal,/ se
cree, porque él murió/ que la herida era mortal. /Murió un viernes/ el último
día de su vida/ si hubiera muerto un sábado/ habría vivido otro día’”.
Susana Cella
en “Radar”, Página 12